jueves, 19 de junio de 2014

intento de invacion de U.S.A a tijuana


En 1845, año en que James Knox Polk tomó posesión de la Presidencia de Estados Unidos, se dan lugar varios intentos por incorporar las Californias al territorio estadounidense. Polk envió a México a John Slidel con instrucciones de ofrecer cuarenta millones de dólares por la cesión de dicho territorio. La autoridades mexicanas no lo recibieron, pero siendo el espíritu de Polk cien por ciento partidario del expansionismo y del esclavismo, los intentos no cesaron. Ese mismo año se agudiza la crisis en Texas, que termina por la anexión de dicho territorio al gobierno del los Estados Unidos.

Nuevas pretensiones de Estados Unidos respecto al territorio mexicano comprendían también la península de Baja California. En 1835 el gobierno de la Unión Americana promovió por varios conductos la adquisición de las Californias, haciendo diversas propuestas de compra al gobierno mexicano. Anthony Butler, el Encargado de Negocios de los Estados Unidos, había informado al entonces presidente estadounidense Andrew Jackson que medio millón de dólares eran suficientes para comprar los territorios mexicanos de Texas, Nuevo México, la Alta y la Baja California.

En virtud de los conflictos heredados de la secesión de Texas y por los diversos esfuerzos estadounidenses de comprar el territorio de las Californias, el 7 de julio de 1846 México y Estados Unidos iniciaron una guerra que terminaría con la anexión de los actuales territorios de California y Nuevo México, propiedad mexicana antes de 1848, y que pasaron a formar parte de Estados Unidos en ese mismo año según se estipulaba en el Tratado Guadalupe Hidalgo, por medio del cual se daba fin a la guerra con Estados Unidos. A consecuencia de dicho tratado, nuestro país perdió más de la mitad de su territorio, y a punto estuvo de perder mucho más.

La primera versión del Tratado de Guadalupe Hidalgo proponía que la entrega de Texas, Nuevo México, la Alta California y la Baja California. Es decir, el límite propuesto iniciaba en Nuevo México hasta la confluencia de los ríos Colorado y Gila, y de allí para abajo tomando el medio del Golfo de California hasta el Océano Pacífico. Esto significaba la cesión de la península bajacaliforniana. El gobierno mexicano rechazó la propuesta, y finalmente el 2 de febrero de 1848 se firmo el Tratado de Guadalupe Hidalgo tal y cual lo conocemos ahora. La Baja California se “salvó”, pero a lo largo de la década de los cincuenta hubo una serie de intentos por llevar a cabo expediciones filibusteros con el fin último de anexar la península al territorio estadounidense.

A pesar de haber fallado en su objetivo la expedición de William Walker, los Estados Unidos no abandonaron su antiguo deseo por poseer la Baja California. En 1956 volvió a cobrar fuerza el deseo de expansión estadounidense. John Forsythe, ministro en México del presidente de los Estados Unidos James Buchanan, ofreció de doce a quince millones de dólares por la península bajacaliforniana y gran parte de Sonora y Chihuahua. Esta nueva propuesta de compra ponía en evidencia que la nación vecina no cesaba en su intento, eso sin tomar en cuenta los rumores que llegaron hasta el ministro de relaciones de México, el señor José María Lafragua, de que en la Alta California se preparaban intentos por separar la Baja California de la República Mexicana.

Estando el país envuelto en una guerra interna, estando la Baja California despoblada casi en su totalidad en la parte norte (frontera) de la península, y habiendo logrado los Estados Unidos múltiples concesiones para el tránsito por territorio mexicano, los ánimos filibusteros no se dejaron esperar. Adrián Valadés menciona dos de ellos, que se llevaron a cabo durante 1855 y 1857. La primera de ellas, la relata de la siguiente forma:
“Habiendo llegado (…) a San Francisco un comisionado del general Juan Álvarez para agenciar un empréstito destinado a la compra de armamento, con objeto de fomentar la revolución contra la dictadura de Santa Anna, esta circunstancia se tomó como la más favorable oportunidad para llevar a cabo el atentado que se pretendía, juzgándose que, cuando se procuraban elementos de guerra, sería aceptada cualquier ayuda que se ofreciera; y así, a la sombra de una autorización de alguno de los principales jefes del Partido Liberal, se podía invadir alguno de los puertos de la República”.

Estados unidos quedo molesto ya que cuando santa anna vendio nuevo mexico y texas quería que baja california se unificara a su territorio pero no lo logro por la lucha de poderes políticos, acuerdos y a la población que vivía porque se resistio e hizo un pequeño grupo de guerrilleros campesinos para resguardar sus tierras y sus hogares.
Pero William Walker quedo como obsesionado con baja california porque hizo varios intentos para invadirnos y tener el control, quien sabe porque alomejor por ambicion o por querer tener el total contro de mexico empezando con tijuana pero pues como los mexicanos de esos años era gente humilde que algunos no tenían que perder se unieron a defender lo que era suyo aunque les costara la muerte.





El territorio de Baja California permaneció estancado a causa de su terreno inhóspito, así como por la distancia y las barreras geográficas (particularmente el desierto de Altar en Sonora) que lo separaba del resto de la república. El carácter aislado y subdesarrollado de la región no despertó mucho interés entre los inversionistas mexicanos. En consecuencia, hacia finales de la década de 1880, el presidente Porfirio Díaz, como parte de su política de atraer a México las inversiones extranjeras con objeto de acelerar el desarrollo económico del país, permitió que los estadounidenses y otros extranjeros compraran terrenos y que tuvieran acceso a los recursos naturales de la península. El desarrollo rápido del suroeste de Estados Unidos durante este mismo período creó una demanda importante en la adquisición de materias primas mexicanas y mano de obra barata. La gente y los productos podían pasarse fácilmente a Estados Unidos por los cruces fronterizos de Calexico-Mexicali y Tijuana-San Diego; de hecho, durante este período los residentes de Baja California tenían más contacto con Estados Unidos que con su propio país.








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